La leyenda relata que en el año 1550 se denunció la desaparición de un niño de 9 años, mientras que los vecinos de la calle Esgueva de Valladolid declararon que desde el sótano de la casa del joven Andrés, cuyas traseras dan a la actual calle de la Solanilla, se oían gemidos, llantos y extraños ruidos y veían salir agua sanguinolenta a través del desagüe, que teñían de rojo las aguas de uno de los ramales del río Esgueva. Los vecinos alertaron a las autoridades de la ciudad. El hallazgo al abrir el sótano fue espeluznante: en una mesa de madera encontraron el cuerpo del niño desaparecido, despedazado tras haberle practicado en vida una autopsia. Además se hallaron cadáveres de perros y gatos en la misma postura que el cuerpo humano de la mesa.
Andrés confesó que tenía un pacto con el Diablo a través de una silla que estaba en su escritorio, en la que se sentaba a escribir sus terroríficas ideas, y sus espantosas notas de la nigromancia o autopsias que practicaba con los seres vivos que cazaba. Al sentarse en este sillón, el diablo le ofrecía toda la sabiduría del mundo en medicina y se comunicaba con él.
Al proceder a registrar los pisos superiores de su casa se encontró la silla, fabricada con madera de nogal, con respaldo y reposo de cuero y color marrón.
Proaza fue condenado por la Inquisición a morir en la hoguera. Sus inmuebles, y con ellos el sillón, fueron expuestos en subasta pública, pero nadie los adquirió debido a la fama de nigromante que acompañaba a su dueño. El sillón se mantuvo en posesión de la Universidad de Valladolid.
La leyenda de Andrés de Proaza y su diabólico sillón ha servido de inspiración para varios relatos y novelas, siendo la última de ellas la novela de ficción «El sillón del diablo» (Glyphos 2016), del autor vallisoletano Victor M. del Pozo.
Esta novela bebe de hechos históricos y de la propia leyenda para construir el azaroso camino que llevará a Andrés de Proaza a cometer sus crímenes en nombre del maligno.
A la vez que se adentra en el género de novela negra, pues unos misteriosos crímenes en el Valladolid actual parecen reavivar la leyenda y romper la habitual calma de la capital castellana.